Latinoamérica. ¿Imagina el lector que un vehículo automotor pueda generar agua como residuo de combustión en reemplazo de los comunes gases contaminantes como el dióxido y monóxido de carbono? No se equivocaba Julio Verne cuando mencionó en su obra, La Isla Misteriosa, que “El agua será el carbón del futuro”, está cada vez más cerca de ser una realidad, ¿o ya lo es? lo veremos.
Desde el exitoso tratado multilateral del protocolo de Montreal en 1987 para la reducción de sustancias agotadoras de la capa de ozono, cuyo debilitamiento y destrucción se mostró preocupante desde entonces y que, tras la firma del acuerdo, tiene una proyección favorable de recuperación paulatina; conviene también enfocar esfuerzos hacia la descarbonización y reducción de Gases Efecto Invernadero (GEI) para evitar el calentamiento global y lograr limitar el aumento de la temperatura del planeta a 2°C establecido por los científicos (Grupo Intergubernamental de expertos sobre el cambio climático – IPCC), que de no alcanzarse, pone en riesgo el avance en materia de salud mundial logrado hasta el momento, ente muchas otras afectaciones. Esto se logrará fundamentalmente reduciendo la emisión de gases de efecto invernadero (GEI) y promoviendo una transición energética hacia fuentes alternativas de generación de energía que dejen a un lado los combustibles fósiles usados para tal fin en la mayoría de las economías.
Los compromisos en contra del calentamiento global se han venido gestando desde la creación de la convención Marco de las Naciones Unidas para el Cambio Climático (CMNUCC) establecida en 1992 y a partir de entonces en los sucesivos encuentros de la Conferencia de las partes – COP -, desde la numero 1 (COP1) celebrada en Berlín, pasando por el prometedor protocolo de Kyoto en la COP3 de 1997, de una importancia que radicó más en iniciativa e intención que como ratificación y ejecución (solo hasta 2008 cuando entró en vigor). La convención nos deja también el importante acuerdo de París (COP21) enormemente celebrado, con metas y compromisos más claros, y quedaremos a la espera de la cumbre de Glasgow, postergada por la pandemia para el segundo semestre de 2021.
Casi tres décadas llenas de altibajos en compromisos, pero con muchas iniciativas donde toman fuerza las alternativas en favor de la descarbonización, tímidamente entra en el panorama la producción del hidrógeno sostenible y su contribución al ambiente, según la agencia internacional de energía renovable –IRENA-, de los 120 millones de toneladas producidas globalmente, no hay una producción significativa de hidrógeno derivada de fuentes renovables (como la energía eólica o fotovoltaica).
Una forma de producción del hidrógeno parte de un proceso denominado electrolisis, donde se separan las dos moléculas de hidrógeno y la de oxígeno usando una corriente eléctrica que circula en agua (H2O) y una membrana de intercambio de protones, a través de la cual se realiza dicha separación para obtener finalmente hidrógeno. Si dicha corriente eléctrica se genera desde una fuente renovable, el hidrógeno producido es conocido como “verde”.
El hidrógeno sirve actualmente como combustible, en el caso de un vehículo por ejemplo, la locomoción se daría por la combustión del hidrógeno que haría el proceso inverso de la electrólisis al unirse con moléculas de oxígeno, y se obtendría vapor de agua como residuo. No deja de sorprender que el tubo de escape de un vehículo produzca agua, una maravilla derivada de un proceso electroquímico. Toyota, Honda y Mazda trabajan en ello desde hace un tiempo.
Pero no es el único uso del hidrógeno, este puede usarse para la producción de Amoniaco (NH3), del que Japón quiere convertirse en líder mundial y usar como fuente principal de energía a propósito del pánico que generó el desastre de Fukushima, derivado del uso de energía nuclear. En términos generales, el uso del hidrógeno se puede dar en la industria del acero, industria química, sector de transportes (aéreo, terrestre y marítimo), en calefacción y la ya mencionada generación de energía eléctrica. De ser así, la emisión de GEI se reduciría paulatinamente.
En Latinoamérica, ha tomado ventaja Chile en compañía de la multinacional Siemens, quienes merecen una felicitación por el proyecto que toma forma en el desierto de Atacama, haciendo uso de condiciones climáticas propias de la región para la producción de hidrógeno verde, que será enviado a Japón desde Antofagasta.
Cada día hay más inclinación e iniciativa por las fuentes renovables como alternativa energética. Ajeno a una posición irresponsable en favor de teorías conspirativas respecto a la aparición del virus que ha provocado la actual pandemia, no me corresponde ese juzgamiento, está su posible aparición como consecuencia del desplazamiento de ecosistemas que invadimos cuando como seres humanos, nos vemos limitados de espacio y pretendemos ampliarlo irrespetando la naturaleza, alterando el equilibrio de los ecosistemas, promoviendo así el cambio climático. Padecemos los seres humanos de los efectos de la COVID-19, o por el contrario somos el virus que afecta al planeta, que, convaleciente, intenta infructuosamente limitar el incremento de la temperatura febril a 1.5°C por el devastador efecto de la industrialización.
* Autor: Félix Andrés Paternina Ordoñez. Ingeniero Mecánico, Universidad Santo Tomás, Bogotá D.C. Especialización en gerencia, Universidad Externado de Colombia, Bogotá D.C. Gerente comercial Ingeservip SAS. Correo: [email protected]