La reducción de las importaciones fue un "gran reto" para la isla, cuyo consumo de CFC ascendía a más de 1.000 toneladas anuales cuando firmó en 1987 el Protocolo de Montreal, mediante el que 191 países acordaron eliminar en un 95% el uso de esos gases, comúnmente utilizados para refrigeración.
Tras un proceso de "reducción paulatina" Cuba logró cerrar el 2007 con menos de un 90% de importaciones de CFC, y en 2008 solo se comercializaron unas 74 toneladas.
A partir de enero de este año, la Aduana General no permite la entrada de CFC, y por ley se establece que quienes intenten hacerlo "pueden ser sancionados y las mercancías confiscadas".
El Gobierno cubano adiestró a más de 5.000 mecánicos y técnicos y a casi 1.000 inspectores de aduana "con la misión de detectar en frontera" la entrada de clorofluorocarbonados.
El director de la Oficina Técnica de Ozono, Nelson Espinosa, dijo a Opciones que, al concluir con esas importaciones, las empresas que posean equipos comerciales de refrigeración y aire acondicionado pueden recibir "gratuitamente" el servicio de "reconversión" de gases.
"Cada precepto suscrito para no importar más CFC obliga a adoptar importantes decisiones, porque todavía hay refrigeradores y unidades de aire acondicionado en el sector estatal que requieren de esa sustancia", indicó el semanario.
Como solución, el Gobierno ha dado luz verde a un programa nacional de reconversión, y los equipos que no puedan cambiarse "de forma inmediata" pueden reemplazar los CFC por sustancias "con muy bajo o cero potencial de agotamiento" de la capa de ozono.
Entre 2004 y 2006, la isla reconvirtió en "fase piloto" más de 20 instalaciones comerciales e industriales que funcionan actualmente en "perfecto estado técnico", añadió Opciones.
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