En los momentos en que se estaba enviando esta publicación a imprenta fui invitado a dar una conferencia sobre cambio climático y tendencias de mercados en Latinoamérica; el escenario: el encuentro de la división de controles y automatización de Honeywell para Latinoamérica.
En medio de un mensaje que estaba tratando de compartir con los presentes y que no era más que la recapitulación de todo lo que se ha difundido por múltiples medios informativos, apareció una reflexión de uno de los presentes en el sentido de que sería importante conocer el impacto individual del ciudadano en dicho fenómeno.
A este punto, cada ser humano tiene una profunda responsabilidad con el planeta, la cual debe conducir a acciones que pueden construirse analizando cómo las medidas implementadas en el ámbito comercial e industrial se pueden adaptar al plano residencial. En este sentido pueden validarse acciones como la de reemplazar los viejos refrigeradores por nuevas unidades más eficientes, como también la de desconectar por ejemplo los electrodomésticos cuando no se estén utilizando, pues esto genera calor y por ende emisiones de CO2 a la atmósfera.
Sé que el tema del reemplazo de los refrigeradores domésticos puede ser un tanto complejo debido a las condiciones económicas de nuestros países, pero es aquí donde los gobiernos entran a jugar un papel preponderante más allá de discutir el tema con las grandes corporaciones. El caso del programa FIDE en México, donde se financiaba la sustitución de equipos por unidades más eficientes es un ejemplo que bien puede trasladarse al ámbito doméstico.
No es fácil, pero tampoco imposible. Las empresas de servicios públicos por lo general pueden dar información sobre cómo consumir menos energía eléctrica en las viviendas.